En la quietud de las aguas y en la piedra de sus calles centenarias, Flandes espera. Se agita inquieto en ese gran patio trasero entre Francia, Alemania e Inglaterra; sopesa tensiones que mudan a través de siglos. Produce milagros como Brujas, aunque el marketing de los canales se lo lleve Venecia; y el de los polders, los holandeses. Soporta batallas mundiales en el Somme, alberga tumbas de cientos de miles de soldados en sus playas, inaugura armas químicas en Ypres, y recuerda a sus vecinos derrotas inesperadas, como en Waterloo.
Si tuviera que dar una opinión como cliente, diría que Fibertel es una empresa con más «cultura de Internet» que sus competidoras, que tiene procesos más flexibles u orientados a clientes, y que tiene un gran recorrido posible en materia de Contenidos; simplemente porque es un mundo que le es más cercano. Punto. Pero este es un post despojado, sin imágenes, tal como éste es un gobierno sin imaginación para eludir el conflicto. Vayamos más allá.
Pocas redes sociales tienen una historia de ocho años. La mayoría tiene el karma del dot.com en sus espaldas: inicios de pendiente rápida (odiosas rectas que ascienden en comparaciones sin sentido, TV vs radio vs Internet vs lo-que-sea-2.0), algún problemas de privacidad (Facebook o FourSquare), funcionamiento (Twitter), o de concepto (Glow). A menos de una venta a alguien mayor (YouTube), la mayoría de estos emprendimientos decae y se olvidará. Nadie parece hacerse cargo de las promesas de Second Life, la especulación inmobiliaria virtual delo 2007. Al menos yo no veo que se cotice el dinero Linden en ninguna bolsa.
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