En el borde entre Villa Crespo y Chacarita las cuadras caen a pique, como si un gigante hubiera blandido un hacha sobre esta parte de la ciudad. Las calles corren entre las manzanas como hendiduras paralelas a la vía, y entre ellas sopla hoy un viento que parece venir del pasado. Hace un frío increíble. Ocurren varios milagros a la vez: en la cortada de Humboldt hay lugar para estacionar, no pasan autos ni gente , hay un Peugeot 404 blanco descapotable tirado en la calle, y todo está en silencio.
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