En la novela de Úrsula Le Guin llamada «El nombre del mundo es Bosque» los terrestres esclavizaban un mundo de homínidos chiquitos, deforestaban su planeta y acometían una serie de atrocidades. Los esclavos salían corriendo a ejecutar sus tareas bajo el mantra «ya voy, rápido-volando…». Las imágenes del keniata Kimetto rompiendo bajo la puerta de Brandemburgo el record de las 2 horas 3 minutos me devolvió al recuerdo de ese libro, y a la pregunta acerca de qué tan difícil es bajar las dos horas?
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