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Cuando hace unos quince años se preguntaba en Marketing de mercados de consumo “quién es mi cliente”, la respuesta era esquemática y estática. A falta de otros datos, sin similitud con servicios similares, y con un data warehouse aún en pañales, el método de Forrester era una buena respuesta. En él se segmentaba un universo según la actitud del sujeto frente a la tecnología (positiva o negativa), la orientación principal en la vida (familia, empleo o entretenimientos), y sus ingresos (mayores o menores a cierto umbral).
Estos días estoy dictando una serie de trainings en Telefónica de Argentina como parte del Programa Desafío. Se trata de mostrarle a jóvenes profesionales de Telefónica y Movistar cuáles son las tendencias principales del negocio, tanto en tecnología como en la parte comercial. Hay un espacio para analizar qué hacen los propios clientes, el viejo asunto del paso “del consumidor de info al prosumidor”, que es el “lazo de realimentación”. Telcos que dan servicios a clientes cuyos hábitos cambian rápidamente, Telcos “recalculan”… y así sigue el loop.
Me gusta muchísimo el trabajo de Sherry Turkle. En la misma época en que comenzaba la Internet comercial en Argentina, ella hablaba de chats, MUDS, juegos de rol y demás, en esas pantallas oscuras pre-web que son la Altamira de Internet. Todo estaba allí, la nueva intimidad con desconocidos, sólo que era el inicio de algo que no se sabía muy bien cómo funcionaría llevado a las masas. Su libro “Life on the screen” es un clásico de los 90s.
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