En estos días The Telegraph publicó un excelente artículo sobre los dispositivos para hacer deporte (los «wearables») y algunos mitos sobre salud. El resumen de este artículo se centra en 4 ó 5 cuestiones, pero hay más materia para el análisis.
En estos días The Telegraph publicó un excelente artículo sobre los dispositivos para hacer deporte (los «wearables») y algunos mitos sobre salud. El resumen de este artículo se centra en 4 ó 5 cuestiones, pero hay más materia para el análisis.
La Ciencia Ficción se ocupó en los ’60s y ’70s de anticipar que con la suficiente cantidad de datos y algunos trucos se puede predecir el futuro. Isaac Asimov imaginó científicos sociales que preveían revoluciones (la saga Fundación que en poco tiempo será serie) y Philip K Dick esbozó crímenes castigados antes de ser cometidos, con la ayuda de los «precogs». La lista sigue, al punto que mucha gente ha planteado estas similitudes con mayor precisión de lo que he referido aquí. Me quedo con la imagen de Hari Seldon, el psicohistoriador de Asimov, que aparecía en una bóveda cada mil o dos mil años para contarle a la elite «cómo iban a funcionar las cosas». Para el asombro del lector, las cosas predichas -aún contradictorias entre sí- se iban cumpliendo.
En la novela de Úrsula Le Guin llamada «El nombre del mundo es Bosque» los terrestres esclavizaban un mundo de homínidos chiquitos, deforestaban su planeta y acometían una serie de atrocidades. Los esclavos salían corriendo a ejecutar sus tareas bajo el mantra «ya voy, rápido-volando…». Las imágenes del keniata Kimetto rompiendo bajo la puerta de Brandemburgo el record de las 2 horas 3 minutos me devolvió al recuerdo de ese libro, y a la pregunta acerca de qué tan difícil es bajar las dos horas?
Hay frases hechas. No es que deban significar algo, la gente las dice para amaestrar circunstancias, para domesticar esperas de ascensores con extraños o trámites hondamente aburridos. La gente, por ejemplo, dice que las cosas no vienen solas. Si las ideas son islas de certidumbre, esta frase es un mar de vaguedades que diluye toda esperanza de entender algo. Pero vale el placebo: dicha la frase, la plebe asiente calladamente e irradia un halo de nulidad mineral. En mi caso hubo en pocos días cambio de trabajo, declinación de mi madre en su enfermedad, y mudanza. El mismo día tormentoso que los bártulos eran izados por obreros con sogas temblorosas por el balcón de Santos Dumont –esa imagen conservaré de la mudanza a Chacarita– la internaban a mi vieja. Pocos días después fallecía; y si bien era previsible, el no ser de la enfermedad y de la invalidez es de un tenor menor que el no ser definitivo. Prefiero lo anterior, recordarla en su callada vigencia de cafés y libros. El día que finalizaron sus trámites de cremación era un lunes soleado de octubre. Quise correr e inauguré el nuevo territorio del que disponía, precisamente los alrededores del cementerio de Chacarita.
Estos días cometí algunas abominaciones en serie. El Lunes fui a comprar unas zapatillas de fútbol 5 –deporte que hace quince años no practico-. Sólo encontré modelos de encendido color flúo que compré de todos: la fuerza de los compromisos. Jugué a la noche, sorprendido por mi falta de coordinación y el miedo a romperme. Mi equipo, la pelota, y el equipo contrario eran un caleidoscopio inmanejable que variaba a cada instante. El entrenamiento de marathones, natación y estiramiento no tenía nada que ver con los esfuerzos cortos y los deportes en grupo. Lo que más me costaba era reaccionar con rapidez ante un amague del rival. Kobe Bryant explica bien en este genial video ese estado de gracia deportivo que es estar “en la zona”. Yo debo haber estado en la antizona.
Acabo de recibir múltiples estímulos en paralelo acerca de cuestiones parecidas, a tal punto que poseen nombres similares. El lector advenedizo creerá ver en esto una alineación de planetas y buscará un significado subyacente, una clave esencial, o el Zahir borgiano que revela el Universo. No tanto, lector, no esperes tanto.
© 2021 Snark Consulting
Comentarios recientes